lunes, 29 de septiembre de 2014

MEDITERRÁNEO: DEL MITO A LA RAZÓN


En el siglo VI a.C., en las costas de Jonia y en la Magna Grecia, pensadores como Tales y Heráclito dejaron de creer que el universo era una creación divina y atribuyeron su origen y existencia a elementos primordiales de la naturaleza como el agua y el fuego. Fue un cambio fundamental: el mito ya no bastaba a explicar el cosmos; los hombres se enfrentaban a un enigma que debían resolver por sí mismos, sin intervenciones sobrenaturales, y usaron para ello la razón.

Las relaciones entre los hombres también cambiaron. Las ciudades griegas incorporaron el espacio público: el ágora, un lugar de intercambio de ideas, discusión y mercado. Nuevos valores como la paz, la prosperidad, la justicia se divinizan y se personifican en el corazón de la urbe, en el ágora, donde algunas escuelas filosóficas encontraron acomodo.

En este contexto, en los siglos V y IV a.C. surgen las figuras de Sócrates y su discípulo Platón para quien el héroe ya no es el más valiente y fuerte sino el que no tiene miedo a la muerte. El alma es lo más valioso y representativo del ser humano. Surge el retrato como medio de retener el alma; surgen nuevos dioses y religiones, más comprensivos, ( desde Ceres y sus misterios, pasando por Isis y Mitra, hasta llegar a Jesucristo), con las miserias humanas que permiten salvaguardar el alma y asegurarse la vida eterna.

En un mundo globalizado, el paisaje y la cultura del mediterráneo antiguo sigue siendo un patrimonio universal vigente y que sirve para, a través de su conocimiento, explicarnos a nosotros mismos, pues se muestra ante nosotros como un espejo en el que se reflejan los anhelos y contradicciones del hombre de hoy.

Este es el contenido de la magnífica exposición que desde el Faro os recomendamos y que podréis visitar en el CaixaForum Madrid hasta el 5 de enero de 2015.

http://obrasocial.lacaixa.es/nuestroscentros/caixaforummadrid/mediterraneo_es.html

Rafael García

miércoles, 2 de julio de 2014

EL NUEVO MAN


El pasado mes de marzo se reinauguró el Museo Arqueológico Nacional tras varios años de remodelación. La reforma, que ha costado 65 millones de euros —unos 10 más de lo previsto—, ha ampliado el espacio expositivo, que ahora cuenta con 10.000 metros cuadrados y ha traído consigo mejoras en la tienda, una cafetería, un auditorio, una sala de actividades, una de conferencias y otra para las muestras temporales. Las obras también han rescatado los dos patios cubiertos del MAN, regalando una marea de luz al edificio, y mejorado la accesibilidad del museo. El nuevo museo cuenta así con un recorrido para invidentes con estaciones táctiles donde se puede tocar literalmente con la mano la Historia.

En la planta baja del MAN encontramos las salas dedicadas a la prehistoria y a medida que vamos subiendo de planta, avanzamos en nuestro recorrido por la Historia Antigua de la Península Ibérica. Al llegar a la planta primera, tras las colonizaciones fenicias, griegas y cartaginesas, llegamos a una de los espacios expositivos más logrados e impactantes del museo: la sala central de retratos romanos, que aparecen iluminados con una luz cenital que proviene de un lucernario cubierto aprovechando uno de los antiguos patios. A partir de aquí, el MAN despliega aquí su batallón de obras maestras: las joyas de la cultura ibérica, la reconstrucción de una casa argárica, incluidos los esqueletos enterrados bajo el suelo, el paseo por debajo de una maqueta de la mezquita de Córdoba y demás joyas. Se mantiene la célebre reconstrucción de la cueva de Altamira fuera del edificio histórico. Tras ello, la exposición continúa pisando las huellas de la historia de España hasta el siglo XIX. Pero el MAN ofrece también salas monográficas de Grecia y Egipto y un área dedicada a la importancia de la moneda.

“Hemos traído una institución del siglo XIX al XXI”, presumía en una rueda de prensa su director Andrés Carretero, "Es un museo nuevo, el mejor paseo imaginable por la historia de España", añadía el ministro de Cultura, Educación y Deporte, José Ignacio Wert.

http://www.man.es/man/home.html

Rafael García

martes, 1 de abril de 2014

CIUDADES DEL GRAND TOUR A ITALIA (II): ROMA CLÁSICA

Cuenta el mito que Roma fue fundada por Rómulo, en lo alto del monte Palatino, tras disputar con su gemelo Remo la supremacía de la zona, el 23 de Abril del año 753 a.C. Decimos “cuenta el mito” porque es así, pero también podemos afirmar que la Historia y la Arqueología lo ratifican. Los restos más antiguos de la Urbe se encuentran efectivamente en el monte Palatino y pertenecen al siglo VIII a.C.; fue allí donde surgió el germen de lo que posteriormente se convertiría en la “capvt mvndi”: Roma.

La Roma de los Reyes.

En un primer momento, cada una de las colinas que rodean el valle donde actualmente se extiende el Foro Romano estarían gobernadas por algún “jefezuelo”, instalado allí con su tribu. Y posteriormente, tras batallas, conquistas y anexiones, se unificarían, probablemente bajo el poder etrusco, y darían lugar a la Roma de los reyes que estaría dentro del perímetro de las murallas Servianas, cuyos restos aun conservamos. Hay que señalar también que estos reyes etruscos trajeron cierto desarrollo a la zona , como atestiguan las primeras obras de ingeniería civil, por ejemplo , la desecación de la laguna que ocupaba todo el valle del foro y que gracias a la Cloaca Máxima (atribuida a Tarquinio Prisco en el 600 a.C.) propició la ubicación de la plaza o “forvm”, o la construcción de la mencionada Muralla Serviana a cargo de Servio Tulio en el IV a.C.
Cloaca Máxima


Planta de Roma dividida en sus distritos y murallas
 Este periodo de la Historia de Roma, conocido como Monarquía, va desde la fundación de la Ciudad (753 a.C.) hasta la llegada de la República (509 a.C.).

Aparte de los elementos antes mencionados, de esta época conservamos pocos restos: en el foro romano podemos encontrar el Lapis Niger, la fuente de Yuturna y la Casa de las Vestales, originarios de este periodo, si bien casi todos ellos han sufrido múltiples restauraciones por los cónsules y emperadores a lo largo de la historia de la ciudad.
Los grandes templos.

Los restos de los templos romanos más antiguos que conservamos los vamos a encontrar en el llamado Campo de Marte o, lo que es lo mismo, la zona donde acampaban los generales y sus tropas para entrenarse o esperar antes de poder entrar en el recinto sagrado de la ciudad. Y es que deambular por la ciudad tras haber luchado en una batalla se consideraba una impiedad, por lo que el ejército tenía que esperar y realizar varios rituales de purificación a las puertas de la urbe, antes de poder traspasar la muralla. Los templos más antiguos se encuentran en la zona conocida como Area Sacra di Largo Argentina, cerca del Panteon y de la Piazza Navona, son ya de época republicana.

También son interesantes por su estupendo grado de conservación los templos ubicados en el Foro Boario o Foro de los Bueyes, junto al Tíber: estos recintos secularmente se han atribuido a Hércules y Portunnus aunque hoy en día su advocación no está clara. Cerca de ellos está la famosa Bocca della Verità en el pórtico dela Iglesia Santa Maria in Cosmedin y un poco más allá encontramos el Circo Máximo, en el valle formado entre el Palatino y el Aventino: la luz del atardecer iluminando las ruinas de la residencia de los emperadores merece la pena.

Foro Romano desde el Tabularivm de Sila
 Los grandes urbanistas.

El fin de la República nos trae dos figuras importantes para el desarrollo urbanístico de la ciudad. La primera es la de Julio César, que construyó en el foro romano la Basílica Julia y fue el primero en “ampliar” este recinto creando su propio foro, el Foro Julio, lo que se convertiría a partir de ese momento en una práctica habitual entre los emperadores futuros. Otro gran arquitecto de Roma es su sobrino y sucesor Octavio, más conocido como Augusto; quien decía que había recibido una ciudad de adobe y madera y se la devolvió a los romanos de ladrillo y mármol.

Augusto es el forjador de la nueva Roma, la Roma del Imperio, la llamada a regir los destinos del mundo como se vaticina en la Eneida de Virgilio, la Roma de la Pax Avgvsta que celebra el Ara Pacis. Bajo su mandato se crean modelos arquitectónicos y decorativos que perdurarán hasta nuestros días: los roleos de acanto, usados por primera vez en el arquitrabe del templo de Apolo; la consolidación del teatro romano de piedra en el teatro de Marcelo; las guirnaldas alternando con bucráneos en el mencionado ara o el propio mausoleo que sirvió como tumba de la dinastía Julio-Claudia.

Bucráneos y guirnaldas del Ara Pacis
 Tras un breve periodo de luchas por el poder, llegamos a uno de los momentos más importantes desde el punto de vista arquitectónico: el advenimiento y consolidación en el poder de los Flavios, propició la construcción de un nuevo y espacioso foro, el de la Foro de la Paz, (sepultado en la actualidad por la Via dei Fori Imperiali y la Via Cavour) y, sobretodo, del Anfiteatro Flavio, el famoso Coliseo, uno de los símbolos de Roma, que fue edificado por los tres emperadores flavios, Vespasiano, Tito y Dominicano. En él encontramos numerosas mejoras en las técnicas edilicias como los arcos alveolares, sin los cuales la cúpula del Panteon no habría sido posible casi un siglo después.

Anfiteatro Flavio o Coliseo
 Los arcos de triunfo, que se erigen para celebrar los triunfos militares, son un tipo de monumento conmemorativo netamente romano y del que encontraremos en la ciudad tres magníficos ejemplos: el de Tito (siglo I d.C.), el de Septimio Severo (siglo III d.C.) y el de Constantino (siglo IV d.C.).

Arco de Septimio Severo en el Foro Romano

Ya en el siglo II d.C. el Imperio Romano alcanza, gracias al emperador hispano Trajano, su máxima extensión. A él se debe la construcción de uno de los mayores y más importantes recintos comerciales de la Historia: los Mercados de Trajano, así como un nuevo foro donde se erige la columna conmemora la victoria del emperador sobre los dacios. La columna trajana, imprescindible, es un documento histórico de primera magnitud así como una joya de la escultura. La columna servirá de modelo a otras posteriores como la de Antonino Pío situada en el Campo de Marte, junto a la actual Via del Corso.
Foro y Columna de Trajano
 Con Adriano, sucesor y pariente de Trajano, las técnicas constructivas experimentan un gran desarrollo gracias a una simbiosis entre el influjo helenístico y el dominio de la arquitectura netamente romana; el Panteon o “Templo de todos los dioses” es el mejor ejemplo; se trata de un edificio de planta cilíndrica coronado por una cúpula hemisférica construida con una ingeniosa mezcla de técnica y soluciones audaces y revolucionarias. Este edificio se encuentra en el Campo de Marte, junto al antiguo Estadio de Domiciano, actual Piazza Navona, y sobre los restos de las termas de Agripa, de ahí la inscripción que se puede leer en el frontón que da acceso a la edificación: M. AGRIPPA L. F. COS. TERTIVM FECIT (“Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez lo construyó”). El Panteon no solo es uno de los monumentos emblemáticos de Roma sino que dista mucho de ser una “ruina romana”: el edificio se conserva íntegro, tal y como fue construido: columnas, techumbre, pavimento, puertas de bronce originales, la propia inscripción...

Panteón
El final y el principio.

El siglo III d. C. es conocido como el de la “Anarquía militar”, un periodo de profunda inestabilidad que preludia el inicio del fin del Imperio romano. Sin embargo, antes de concluir este rápido paseo por la historia y al arquitectura de la Urbe, es necesario destacar una de las últimas edificaciones que se realizaron en el antiguo Foro Romano, la Basílica de Majencio, que sentará las bases de la futura arquitectura románica. En esta enorme basílica encontramos dos claves de la arquitectura medieval:

- Por un lado, se consolida la tendencia a cerrar la nave con un ábside: esto servirá de modelo a las futuras iglesias románicas.

- Por otro, dada la altura y la amplitud de la nave, aparecen por primera vez los arbotantes, que sirven para contrarrestar el empuje de la bóveda y evitar su desplome; esta solución arquitectónica será usada para elevar los muros de las catedrales góticas y ampliar la anchura de sus naves.

Basílica de Majencio
El recorrido que acabamos de completar pretende ser una primera aproximación al genio urbanístico y arquitectónico romano. En nuestra mano está profundizar y, sobretodo, disfrutar apreciando la grandeza de la civilización de la que somos herederos directos.

Rafael García

lunes, 17 de marzo de 2014

CIUDADES DEL GRAND TOUR A ITALIA (I): ROMA BARROCA

Cuando se visita por primera vez una ciudad con pasado cultural amplio, es difícil saber que ver, pero esto se multiplica hasta el infinito en una ciudad como Roma, pues no hay ninguna ciudad como ella. No es fácil por lo tanto, aconsejar cual es la mejor forma de tomar contacto. Por eso aquí solo trataremos la ciudad Barroca, las últimas décadas del siglo XVI y el siglo XVII.

Los papas Julio II y León X, entre 1503 y 1521, con ayuda de Miguel Ángel y Rafael, entre otros artistas, habían llenado la ciudad de obras de arte y belleza. Pero en 1527 las tropas de Carlos V entraron a sangre y fuego en la ciudad, saqueando las iglesias y los conventos, robando y dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción. Hasta tal punto, que la ciudad en 1528 era definida como “arruinada y deshabitada” “una ciudad cadáver”.

Así permaneció, durante medio siglo, hasta que el papa Sixto V (1585-1590) decidió devolver a la ciudad el esplendor que había gozado en otros tiempos. La ciudad de los papas debía rivalizar y superar a la ciudad de los césares romanos. Por ello, se embarcó en una frenética actividad urbanística que iba a cambiar la ciudad. Se terminó la cúpula de San Pedro, se restauraron acueductos, se construyeron fuentes, se levantaron obeliscos, se abrieron nuevas calles, en pocos años la ciudad se transformó.

Basílica de San Pedro con cúpula de Miguel Ángel al fondo

Es cierto, que antes que él, el cardenal Ricci había construido villa Medici y el papa Julio III había levantado para su recreo la villa Giulia, en las proximidades del puente Milvio. Además, Vignola edificaba il Gesú, y Giacomo della Porta terminaba las obras inconclusas dejadas por Miguel Ángel, los palacios del Capitolio y Farnese.

Fachada del Gesú

Pero todo esto, a pesar de su importancia, no dejaban de ser intervenciones puntuales. Sin embargo, la ciudad que dejó Sixto V presentaba largas y grandes calles rectas que se abrían en espectaculares tridentes, desde la Piazza del Popolo y desde Santa María Maggiore, creando un tremendo contraste con las calles medievales.

Tridente desde Piazza del Popolo

Aquellas calles nuevas, en las que destacaban los grandes obeliscos egipcios, que se levantaban ante el asombro de los habitantes de la ciudad, estaban pensadas para facilitar el tránsito de los peregrinos que acudían a Roma a visitar las siete grandes basílicas de la cristiandad: San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros, San Lorenzo Extramuros, San Sebastián de las Catacumbas, Santa Cruz de Jerusalén.

Interior de Santa María Maggiore

Actualmente solo las cuatro primeras son llamadas basílicas mayores, pues poseen puerta santa y altar papal. Los peregrinos tenían que visitar a pie, y en un día, las siete basílicas. El trazado rectilíneo de las calles y los obeliscos, fácilmente visibles desde lejos, permitían a los peregrinos orientarse a través del gigantesco campo de ruinas en que se habían convertido los alrededores de las basílicas. Pero aquellas calles, que se abrían a través de las zonas más deshabitadas del antiguo perímetro de la muralla aureliana, ofrecían nuevas posibilidades de desarrollo a la ciudad, que podía nuevamente crecer hacia la zona de las colinas, abandonada después de la caída del Imperio.

Iglesias gemelas y obelisco en la piazza del Popolo

La ciudad pensada por Sixto V era una Roma simbólica y sagrada, edificada “a la mayor gloria de Dios y de la Iglesia”, pero también, una ciudad practica y funcional, como lo eran la multitud de iglesias y conventos, surgidos al calor del fervor propiciado por la Contrarreforma, que con sus torres y cúpulas cambiaron el perfil de la ciudad.

Pero a medida que se iban atenuando las rígidas normas contrarreformistas, surgía una nueva generación de arquitectos y artistas, incluso de mayor talento, que los que habían trabajado en los últimos años del siglo XVI, que cambiaron el carácter del arte romano. Artistas como Michelangelo Merisi da Caravaggio, Annibale Carracci, Guido Reni, Francesco Borromini o Lorenzo Bernini, que sorprendían a los romanos con obras que poseían un espíritu sensual y pagano, que se apartaban de todo lo que habían visto hasta aquel momento.

Fachada de San Carlo alle quattro fontane de Borromini

Hipomenes y Atalanta de Guido Reni

A lo largo del siglo XVII la ciudad siguió creciendo y engrandeciéndose. Los papas quisieron mantener e incluso mejorar la belleza urbana. Un ejemplo fue el papa Urbano VIII (1623-1644), que quiso emular con Lorenzo Bernini la relación que Julio II tuvo con Miguel Ángel. Urbano VIII encargó a Bernini todos los proyectos que emprendió durante su pontificado, otorgándole una posición de privilegio que mantuvo incluso, con los sucesivos papas, a excepción de Inocencio X (1644-1655), que favoreció más a Francesco Borromini.

Desde esta posición hegemónica, Bernini, como arquitecto y escultor, dio a la ciudad la imagen de “Roma triunfante” que posee y manifiesta, como capital orgullosa de la Iglesia, vencedora frente al protestantismo. Esa Iglesia, que aparece gloriosa entre visiones celestiales en la “adoración del nombre de Jesús”, pintada por Baciccia en la bóveda del Gesú o la de “la alegoría misionera de los jesuitas” pintada por el padre Pozzo en el techo de la Iglesia de San Ignacio.

Pie de foto Bóveda del Gesú

Pero quizá, no hay mejor imagen para entender como era esa Roma y cuál era el impacto que se trataba de provocar, que las obras de Bernini. El artista que cambió la ciudad, que recibió tal cantidad de encargos y de tal magnitud, que le obligaron a mantener abierto un gigantesco taller en el que participaban un gran número de ayudantes, que seguían fielmente las directrices trazadas por él.

Obra suya es “el Baldaquino” de bronce, que se aparta por completo de los modelos arquitectónicos tradicionales para ajustarse a los modelos más teatrales. Destinado a destacar el altar bajo la grandiosa cúpula de San Pedro, a pesar de su gran tamaño parece exactamente lo que es: un palio procesional, pero de escala desmedida. Aun así, sigue gozando de la liviandad del objeto que le sirve de modelo. Incluso, parece como si el viento pudiese agitar sus adornos de tela, aunque el viento no puede entrar en un espacio cerrado y los adornos de tela son de bronce solido. Que por cierto, bronce sacado del Panteón, saqueo que dio mucho que hablar a los romanos, que entre la indignación y el sarcasmo manifestaban que “lo que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini”, familia a la que pertenecía el papa Urbano VIII.

Baldaquino de bronce

Bernini fue uno de los mejores escenógrafos de su siglo, pues incorporó a sus obras y a su arquitectura los recursos propios de la escena. Como autor, desde el baldaquino, está ligado al Vaticano, pues el diseño del interior de la basílica es obra suya, pero también lo es el exterior, la Plaza de San Pedro, que suponía resolver un difícil problema urbanístico. La plaza regularizaba un enorme espacio y lo ponía en relación con la fachada de Maderno y la cúpula de Miguel Ángel y al mismo tiempo, tenía en cuenta las necesidades ceremoniales papales. Además, la columnata que diseña Bernini tiene un claro significado, pues al ser la iglesia de San Pedro madre de todas las demás, simboliza los brazos que maternalmente abre para recibir a todos los católicos.

Plaza de San Pedro

Pero de Bernini son las fuentes con que llenó la ciudad. Destaca la Fuente de los Cuatro Ríos” en la piazza Navona, aunque también colabora en la Fuente del Moro, en esa misma plaza. Y es autor de dos fuentes más en la piazza Barberini, la Fontana del Tritone (fuente del Tritón) y la Fontana delle Api (fuente de las abejas), esta última con una inscripción en latín, que recuerda que es una fuente pública. También colabora con su padre, Pietro, en la Fontana de la Barcaccia en la piazza di Spagna.

Fuente de los Cuatro Ríos

Fontana de la Barcaccia

Bernini es el escultor de la procesión celestial que puede verse en los pretiles del puente de Sant´Angelo, todo un conjunto de ángeles portando los símbolos de la pasión. Es él quien incorpora a los santos católicos un código de elementos simbólicos, que hasta ese momento estaban reservados para los héroes militares. La escultura, al igual que la arquitectura, está concebida a mayor gloria de la Iglesia. Sus santos y ángeles se mueven sobre los altares, como los actores lo harían sobre el escenario. Como ejemplo “el éxtasis de Santa Teresa” en la capilla de los Cornaro en la iglesia de Santa María della Vittoria.

Puente de Sant´Angelo

Pero al convertir la arquitectura y la ciudad en escenografía, Bernini marco las pautas de las posteriores intervenciones que otorgan a Roma la fisonomía característica que posee. Como queda claro con la fachada diseñada por Pietro de Cortona para la iglesia de Santa María della Pace o la famosa “prospettiva” de Borromini en la galería del palacio Spada, pero sobre todo en la Fontana de Trevi de Nicola Salvi, donde el concepto escenográfico y teatral llega a límites inimaginables.

Fontana de Trevi
 
Y ahora, querido lector del Faro de Atocha, ¿sabrías decir cuál de las fotografías que ilustran este texto no está tomada en la ciudad de Roma?

José Ramos

lunes, 3 de marzo de 2014

LA VILLA DE LOS PAPIROS



Queridos seguidores del Faro de Atocha,

Tenemos poco tiempo para disfrutar de una exposición muy didáctica sobre la lectura y los diferentes materiales de escritura de la antigüedad romana.

El hilo conductor es el descubrimiento en 1754 de la Villa de los Papiros de Herculano. Esta fastuosa villa romana de recreo, que fue sepultada por las cenizas el nefasto 24 de agosto del año 79 de nuestra era a causa e la erupción del Vesubio, albergaba en su interior una fantástica biblioteca de la que nos han llegado, carbonizados, numerosos papiros de temática filosófica. Su propietario, Lucio Calpurnio Pisón, era seguidor de las doctrinas de Epicuro, como observamos por los numerosos textos de esta temática. La búsqueda del placer y la felicidad , no solo la encontramos en los papiros de Filodemo de Gádara, filósofo epicúreo y poeta, sino también en el modus vivendi de su propietario que se hizo construir una villa en la que podía disfrutar de la placidez serena y cotidiana en el entorno idílico del golfo de Nápoles

Las diferentes estancias de la exposición nos recrean, de manera virtual, la magnífica villa : El peristilo, jardín abierto con una inmensa piscina central, rodeada de esculturas; el tablinum y la biblioteca con la exposición de algunos de los papiros carbonizados; la sala de lectura privada y una sala en la que se muestran las distintas fases de la educación de un ciudadano romano.

Reconocemos testimonios de la escritura en Roma en documentos privados y públicos que emplean diversos materia scriptoria Desde estelas funerarias, en piedra que rezan el “terra levis sit” ( que la tierra te sea leve); placas de bronce con leyes senatoriales, calendarios, hasta grafitos e inscripciones en las paredes de Pompeya o Herculano; tabullae ceratae con los cálamos y estilos, para escribir y borrar; y, por supuesto, los papiros.

La segunda parte de la exposición está dedicada a la relectura de estos materiales Desde el descubrimiento de la Villa de los Papiros en 1750 han sido precisos numerosos procesos artísticos, arqueológicos, científicos y editoriales .Como muestra de estos estudios encontramos los vaciados de las esculturas halladas en la casa y enviadas a Carlos III; el plano de la Villa, elaborado por el suizo Karl Weber; la máquina que el padre escolapio Antonio Piaggio ideó para desenrollar y leer los papiros y un enorme papiro desenrollado; la labor editorial de la Stamperia reale, proyecto editorial de Carlos III para informar de loshallazgos; y, por último los testimonios de los viajeros del Grand Tour sobre Herculano y Pompeya.

Al final del recorrido nos despiden Terencio Neo y su esposa, fresco pompeyano que representa al matrimonio con un rollo de papiro y unas tablillas en sus manos.

Información sobre la exposición
Celia Heras

jueves, 20 de febrero de 2014

LOS VIAJEROS DEL GRAND TOUR A ITALIA


En el siglo XVIII el viaje a Italia se convirtió en una experiencia transcendental para escritores y artistas. Se le conoció como el Gran Tour, e incluía la visita a las ciudades de Venecia, Florencia, Roma, sobre todo Roma, aunque también Nápoles y, algunos lo ampliaban a Egipto, Constantinopla, Atenas, cuando se trataba de viajes arqueológicos. Aquellos primeros “touristas” se sintieron seducidos por la historia y la cultura italiana, convirtiendo la visita a sus ciudades, villas y monumentos en un obligado itinerario de culto y sello de distinción para cuantos lo emprendían. Porque el viaje no se cumple hasta que, al regreso se cuenta a otros. En el siglo XVIII esta narración se ilustraba con dibujos realizados en los lugares visitados o con objetos recogidos. Hoy en día las fotografías son la mejor forma de dar testimonio de la realidad.

Vista de la ciudad de Roma con el monumento a Vittorio Emanuele al fondo.


Los viajeros que solían realizar el Gran Tour eran de dos tipos. En el primer grupo se encontraban artistas, escritores o arquitectos, que sufrían el impacto de descubrir o reconocer lo imaginado. En el segundo grupo se encontraban jóvenes nobles y aristócratas, religiosos o eruditos, que iban bien provistos de mapas, guías y relatos de viajeros anteriores, que pretendían demostrar su veracidad.

Es cierto, que el turismo de masas que hoy recorre las ciudades italianas y sus paisajes, parecen alejar la atmósfera de recogimiento que los viajeros ilustrados y románticos esperaban encontrar. El espectáculo de las ruinas saturadas de turistas, que el nuevo viajero ilustrado encuentra en la actualidad, puede constituir un inconveniente si este no es capaz de abstraerse y mirar más allá.

Hoy más nunca, el viaje a Italia debe ser una aventura interior. El turista culto por Italia se siente heredero de la tradición clásica, debe tener presente que viajar por este país no es igual que viajar por cualquier otro. La experiencia italiana ha de marcarle profundamente, como lo hizo en el pasado a numerosos artistas e intelectuales. Si el viajero de hoy no es capaz de ese esfuerzo mental y sentimental, su viaje a Italia no será diferente de ese otro a Benidorm, Mallorca o Cancún de gran aceptación por el turismo de placer.

Florencia al atardecer. Torre del Palazzo Vecchio y Basílica de Santa Maria del Fiore.
 Goethe en “Italianische Reise”, su diario de viajes por Italia, nos muestra cómo debe entenderse este viaje. No como un viaje turístico más, sino como una experiencia de autoconocimiento, necesaria para la formación y el desarrollo de la propia personalidad.

La mercantilización del turismo moderno ha reducido la experiencia de lo bello, destruyendo la posibilidad del descubrimiento, de la sorpresa y de la emoción ante el arte y el paisaje italiano. Pero todavía es posible la aventura intelectual y sentimental que constituyeron, en su momento, el Grand Tour y el viaje romántico a Italia.

Es verdad, que las condiciones han cambiado. Desde los medios de transporte, hasta la forma de realizar el viaje, la mayor parte del trayecto se realizaba en solitario, lo que permitía un aislamiento del contexto protector familiar, pasando por la duración del viaje, que normalmente obligaba a permanecer en Italia meses, a veces años. Tiempo necesario para dejar en el alma una huella indeleble.

Venecia. Vista del Ponte Rialto.
Sin embargo, a pesar de las condiciones adversas para el espíritu, en las que se realizan hoy los viajes, es posible revivir las actitudes de aquellos ilustres viajeros. Basta con proponérselo.

El turista viajero debe percatarse de que su aventura italiana debe experimentarse con la profundidad y gravedad de un rito. Si hay algo que ha llamado la atención de los viajeros por Italia y, en especial Roma, es su capacidad de maravillar. Los primeros relatos medievales de viajes llevaban el titulo de Mirabilia urbis Romae, destacando el aspecto fabuloso de las maravillas que atesoraba la Roma pagana. La clave mágica se impone, pues a la racionalidad de la comprensión histórica. Está claro, que se impone “el turismo del alma” solo es necesario encontrar el momento y las circunstancias idóneas. Para nosotros, los luminosos días templados del mes de mayo, con sus cielos azulados, serán los mejores días para disfrutar de la romántica belleza de Venecia, del ambiente culto y sensual de Florencia, de los melancólicos paseos por las ruinas de la Roma Imperial o del esplendor de la Roma triunfante de los Papas. Y recordad, como he dicho más arriba, la magia del viaje no se cumple hasta contarlo.

José Ramos

miércoles, 12 de febrero de 2014

UN PASEO POR LA HISTORIA DE MADRID, JUEGO DE PISTAS INCLUIDO

Rutas con historia es una página web que pretende facilitar a todos los interesados en la Historia, la posibilidad de documentar localizaciones históricas, desde las más conocidas, hasta las más recónditas. De esta forma, poder mantener entre todos un inventario de emplazamientos históricos actualizado y crear una base de datos, sobre dichos emplazamientos. Con el fin de divulgar el conocimiento y facilitar los posibles desplazamientos, a las localizaciones.




En esta ocasión ha organizado una visita por el centro de Madrid que incluye una ruta por la historia y la gastronomía de madrid que incluye un juego de pistas y despistes culturales. Todo ello con la ayuda de nuestro smartphone y los códigos QR, que nos permitirán participar en un concurso por parejas con premio incluido.

Más información en: http://www.rutasconhistoria.es/evento/el-salon-del-prado

Pilar Collado